Escrito por Samara Sáez – Psicóloga Sanitaria

Es bien sabido que para los seres humanos la incertidumbre es algo incómodo. Quizá sea porque activa nuestro estado de alerta (con el que muchas veces no nos relacionamos bien) o quizá porque nos hace sentir menos útiles; el caso es que tenemos una gran “tentación” de controlar todo lo que (nos) sucede y esto, puede pasarnos factura.

Algunas de las consecuencias que podemos llegar a experimentar son: insatisfacción, agotamiento, pérdida de motivación, baja gestión de impulsos e, incluso, una espiral de inactividad.

Seguramente, alguna vez has ejercido control con todas tus fuerzas. Quizá en una entrevista de trabajo, en un examen o en la celebración de un evento familiar. Pones todos tus esfuerzos mentales y físicos en cumplir tus altas expectativas antes y durante el desarrollo de la situación, buscando que todo salga “perfecto”. Sin embargo, a posteriori, sientes que no ha ido tan bien como podría, como esperabas, que no has aprovechado lo suficiente, podrías haber escuchado más, haber dado más, o haber respondido esto o aquello… ¿Por qué? te preguntas. A lo que yo te respondo ¿verdaderamente “has estado allí” o estabas atrapdx en tu discurso mental?, ¿has estado en tu presente o en hacer caso a lo que tu pensamiento decía que debías hacer?

Comenzamos controlando para evitar el sufrimiento (propio o ajeno) y termina convirtiéndose en sufrimiento en sí mismo. Ya no solo es que no disfrutes, es que además si algo se sale de lo establecido el malestar se multiplica.

Trabajar sobre la flexibilización, sobre nuestra apertura a la experiencia, es una herramienta importante para adaptarnos mejor a lo que nos sucede. Sentir que no me “obligo/obligan” a hacer esto o aquello por las posibles consecuencias futuras, sino que elijo hacerlo porque es importante para mí, nos hace sentir más libres y satisfechos.

¿Cómo empiezo a hacer esto? Quizá no sea la primera pregunta que debo hacerme, sino ¿a qué temo exactamente?. Seguido a esto pregúntate: ¿estoy tolerando verdaderamente el miedo como parte de mí? ¿o estoy luchando contra él?. Recuerda que esta emoción es básica y necesaria, nos ayuda a estar atentos a lo que sucede, para poder dar una respuesta que garantice nuestra supervivencia.

Una vez hecho consciente todo esto es el momento de actuar, con miedo por supuesto, que será nuestro mejor aliado. Actúa eligiendo en función de lo que quieres y necesitas y mantén siempre cerca la pregunta de ¿para qué?. Esto dejará en un segundo plano la necesidad de control. Y verás cómo, dentro de un año recordarás lo que hiciste hoy, no lo que tus pensamientos te decían que iba a suceder.

Ir al contenido