Escrito por Ana Quintana – Técnica sociocultural de AFDA

Dejemos claro antes de empezar que la intención de este artículo no es demonizar las redes sociales ni señalar lo dañinas que pueden resultar. De hecho, partamos de que las redes sociales facilitan la comunicación y nos ayudan a cuidar las relaciones a distancia, aumentan nuestra participación en debates que nos afectan como ciudadanos/as, nos permiten conocer a personas con nuestros mismos intereses y mantenernos informados/as sobre cuestiones que nos importan, y pueden resultarnos muy útiles para dar visibilidad a diferentes situaciones y realidades.

Como cualquier otra herramienta, conocer cómo funcionan y cómo podemos manejarlas de manera segura, nos hace libres a la hora de elegir de qué forma queremos usar las redes sociales, protegiéndonos de aquellos elementos que pueden comprometer nuestro bienestar. Por ello, en este artículo os proponemos conocer algunos de estos elementos para plantear estrategias de cuidado y autocuidado en redes sociales. ¿Vamos allá?

Diseño adictivo

Todas las redes sociales quieren que pasemos el mayor tiempo posible en ellas y, para ello, en su diseño se incorporan sistemas de contenido infinito, reproducción automática e, incluso, de recompensa similares a las máquinas tragaperras (cuando actualizamos con el objetivo de encontrar nuevos contenidos e interacciones en nuestras redes). Así, nos hacen perder la noción del tiempo y podemos acabar pasando mucho más tiempo del que deseamos en ellas.

Saber cuánto tiempo pasamos en redes sociales nos ayudará a decidir conscientemente cuándo conectarnos y a evitar quedarnos “atrapados/as” en ellas. Todos los dispositivos cuentan con ajustes de bienestar digital que nos informan del tiempo que hemos pasado cada día en nuestras aplicaciones, además de ofrecernos activar el modo sin distracciones, el modo descanso y temporizadores de uso de cada aplicación voluntariamente. Asimismo, es importante ejercer y respetar el derecho a la desconexión digital. Por ejemplo, no escribiendo en grupos de WhatsApp a partir de ciertas horas o cuidando los periodos de vacaciones y descanso de profesionales y compañeros/as trabajo.

Si algo es gratis…el producto eres tú

Las redes sociales recopilan nuestros datos demográficos, nuestras interacciones con contenidos de la red, nuestro historial de búsquedas en el navegador… con el fin de ofrecernos publicidad a medida que se alterna con los contenidos de los perfiles que seguimos. Además, en los perfiles de influencers y creadores y creadoras de contenidos para redes sociales, nos vamos a encontrar con la promoción de multitud de productos y servicios. Así, es fácil que las redes sociales nos impulsen a un consumismo desmedido, ya que nos facilitan acceder en un click a productos patrocinados o recomendados que se adaptan a nuestros gustos, y que suelen venir acompañados de algún descuento.

Aunque resulta difícil no caer en la tentación, vamos a probar a responder a unas sencillas preguntas antes de lanzarnos a realizar una compra compulsiva:

  • ¿Realmente lo quieres o lo necesitas? ¿Desde hace cuánto?
  • Ese producto o servicio ¿lo has conocido a través de las redes sociales?
  • ¿Es una verdadera recomendación o es una campaña publicitaria?

Si con todo seguimos tentados/as en comprarlo, una estrategia para sopesar si realmente es una buena compra es no acceder al producto desde el enlace directo que hemos encontrado en la red social, a pesar de que la oferta sea muy buena. Es preferible buscarlo en el navegador para poder ver reseñas, comparar precios o valorar otros modelos o productos similares.

Los algoritmos aprenden de nuestras interacciones

La tendencia general indica que nos detenemos más en aquellos contenidos que nos enfadan que en los que nos gustan. En los primeros, no solo reaccionamos, sino que también comentamos o incluso compartimos mostrando nuestro desagrado. Mientras que, en los segundos, a veces ni les damos un like. Es natural tener esa reacción ante contenidos que nos indignan, pero debemos ser conscientes de que haciéndolo estamos aumentando el alcance de esas publicaciones y perfiles, así como favoreciendo que nos aparezcan más a menudo ese tipo de contenidos.

Sabiendo cómo funcionan los algoritmos, podemos elegir conscientemente apoyar el contenido de creadores/as que nos gustan, de nuestros amigos/as en las redes sociales…cuanto más lo hagamos, más contenido suyo vamos a encontrar al abrir nuestras redes. De la misma manera, tengamos presente que todas las interacciones que realizamos en contenido que no nos gusta aumentan su visibilidad, tanto del contenido como del perfil, para nosotros/as y para los y las demás. Hacer “limpiezas” periódicamente de las cuentas a las que seguimos, pero cuyo contenido ya no nos aporta, o de aquellas cuyas publicaciones nos indignan, también va a favorecer el cuidado y autocuidado en redes sociales.

La «comparanoia»

Las redes sociales nos permiten seleccionar de manera consciente qué queremos mostrar sobre nosotros/as, y eso que queremos mostrar suele ser lo que más nos agrada. Pero, entre todos y todas, creamos un bucle peligroso en el que vemos y mostramos versiones idealizadas de nuestras vidas que nos generan insatisfacción por comparación, y nos dejamos llevar por la inmediatez y las tendencias sin sopesar si ese contenido realmente nos representa, solo con el fin de obtener aprobación.

Aunque pueda parecer que nuestras acciones no importan en el mar de publicaciones de las redes sociales, cuidando nuestras publicaciones contribuimos a romper este bucle. Por ejemplo:

  • Antes de publicar, podemos cuestionarnos cuál es la intención de la publicación que vamos a hacer, y si la vamos a hacer libremente o buscando la aprobación de los y las demás con un determinado contenido.
  • Para evitar alimentar la comparanoia, podemos evaluar qué concepto de nosotros/as mismos/as estamos explotando y si lo estamos haciendo de forma veraz o exagerando la realidad.
  • Dejarnos llevar por la masa, por las tendencias y los contenidos virales, es muy tentador. Si nos apetece hacerlo y publicar un contenido de moda, pensemos primero si encaja con nuestros valores.
  • Obviamente, vamos a compartir nuestras mejores fotos. Pero tendemos cada vez más a usar filtros, retocar las imágenes…hasta el punto de que distorsionamos nuestra imagen real. Usemos las herramientas de edición de imágenes con moderación.

Exposición

Aunque cada vez somos más conscientes y precavidos/as con la protección de nuestra imagen y la de los y las demás en las redes sociales, quizá no hayamos reparado en algunas cuestiones como…

  • Configurar los ajustes de privacidad de nuestras redes para decidir qué queremos mostrar de manera pública y que preferimos reservar para aquellas personas que seleccionemos.
  • WhatsApp también es una red social que, además, va asociada a nuestro número de teléfono. Cualquier persona que tenga guardado nuestro número puede ver nuestras fotos de perfil y estados. ¿Quieres que tu jefe o jefa te vea en bikini en la playa? ¿o que la o el profesional que has contratado para una reparación vea fotos de tus hijos/as, sobrinos/as, nietos/as…? Adecuemos nuestro perfil de WhatsApp a la gente que potencialmente puede verlo.
  • Cuando vayamos a subir una foto con más gente, hablemos con las personas que aparecen en ella sobre si les parece bien que la publiquemos, si quieren que les mencionemos…y recordemos que podemos exigir lo mismo.
  • Todas las personas tenemos derecho a la intimidad. Respetemos este derecho especialmente con personas vulnerables y/o sin capacidad de decisión propia a la hora de publicar fotos en las aparecen.

Disociación entre el mundo real y el mundo virtual

Tendemos a realizar una distinción entre lo que sucede en dentro y fuera de las redes sociales y, en base a esta disociación, desplegamos comportamientos diferentes en las redes sociales y caemos en lo que se suele llamar “desinhibición digital”, es decir: solemos ser más impulsivos y a relajar nuestra manera habitual de comportarnos socialmente. Al no tener delante a nuestros interlocutores/as, no tememos sus reacciones y decimos cosas que no diríamos en otro contexto o través de otro canal. Además, en los debates, es más fácil que llevemos nuestra postura al límite y la defendemos con mayor vehemencia que en una conversación cara a cara.

No debemos perder de vista que, tras los perfiles de las redes sociales, hay personas a las que les pueden afectar nuestros comentarios, de las que solo estamos viendo una representación mental que nos hemos hecho de ellas. Cultivar entornos digitales saludables implica no escudarnos en el anonimato de las redes para verter críticas destructivas, insultar o sumarnos a debates en los que el tono es bronco y no hay voluntad de llegar a un entendimiento sino de “ganar”. Tomar consciencia de que podemos estar participando de este tipo de dinámicas, nos permitirá elegir libremente cómo queremos que sea nuestra presencia en redes sociales.

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