Escrito por Joaquín Domingo – Psicólogo sanitario de AFDA

Actualmente, hemos adquirido una gran conciencia sobre la relación entre salud y deporte y, a otras modas como el running, le ha seguido el entrenamiento de fuerza, que ha pasado de ser algo mucho más de nicho a una práctica común entre personas de casi todas las edades.

Si bien es cierto que este tipo de actividad puede resultar muy beneficiosa para nosotros/as, hay ocasiones en las que es complicado generar un hábito. En muchas otras, esa relación entre deporte y salud termina conllevando una sensación de obligación, de que es indispensable…conduciendo, con ello, al malestar. Pero… ¿y si no nos gusta ir al gimnasio o, directamente, el deporte? Vayamos por partes…

Lo primero a tener en cuenta a la hora de empezar cualquier actividad es el motivo, el “para qué” nos metemos, por ejemplo, al gimnasio. Es importante identificar esto, dado que existe la posibilidad – al pararnos a pensar en cuál es el motivo que nos lleva a entrar en la sala del gimnasio o a subirnos a la cinta – de que esta práctica esté cumpliendo una función alejada de ser realmente saludable para nosotros y nosotras. Tal vez, de darse esta situación, sea necesario trabajar otros aspectos acompañados/as por profesionales, con el fin de crear una autentica relación saludable con el deporte.

Pero imaginemos que no es el caso. Imaginemos que nuestras motivaciones son, por ejemplo, querer tener un estilo de vida más saludable, mejorar nuestra condición física, tener más fuerza o agilidad para jugar con nuestros nietos/as o pasear a nuestro perro, encontrar un nuevo espacio donde socializar o, simplemente, que nos duela menos la espalda en el trabajo… este tipo de ideas van a ser fundamentales para dar el primer paso, apuntarnos y asistir a nuestra primera sesión.

Una vez identificado el para qué, es fundamental recordarnos que generar un nuevo hábito no es algo que solo podamos sentir como logrado solo si vamos los 30 días del mes. Si partimos de cero, ir una vez cuenta. Permitámonos ajustar los tiempos a nuestras ganas y posibilidades, y a nuestro estado diario. Está bien ponerse metas a medio/largo plazo, pero es esencial escuchar a nuestro cuerpo y flexibilizar las demandas hacia nosotras y nosotros mismos – especialmente los días en los que no podamos llegar por falta de tiempo y/o energía-, sin transformar eso en culpa. Pensemos en progresar gradualmente, haciendo de la actividad algo disfrutable y no una tarea más estresante que añadir a la agenda, teniendo presente el motivo que nos ha llevado a empezarla.

Recordemos que nadie nace sabiendo y que, aunque nos surja preocupación o prisa por estar haciendo bien las cosas, debemos ser conscientes de que, en el gimnasio, en la pista o en el parque, es muy posible solo nos vaya a juzgar nuestro propio pensamiento. Permitámonos probar y mejorar a nuestro ritmo.

Pero volvamos al ¿y si no nos gusta el deporte? Recordémonos que el movimiento diario cuenta. Es importante tener presente que, aunque no se trate de una tabla estructurada con un numero de series o repeticiones medido, si en nuestro día a día no paramos quietos/as, eso suma y cansa. Una persona activa no es solo la que se pone un chándal y se mete una hora y media a hacer sentadillas y flexiones. Si estamos todo el día corriendo de aquí para allá, haciendo tareas o cargando peso por motivos de trabajo…es perfectamente comprensible que algunos días queramos usar ese chándal solo de pijama, y eso estará bien.

Un tiempo de deporte más estructurado puede ser el complemento perfecto si además tenemos un objetivo definido, pero pequeñas decisiones del día a día como desplazarnos andando, subir las escaleras, cargar la compra… nos pueden encaminar a tener un estilo de vida más activo ya de por sí.

Además, existen muchas otras actividades deportivas que quizá, de permitirnos explorarlas, acaben resultando mucho más afines a nosotros/as. Y es que lo fundamental para generar un hábito es que esa actividad nos guste.

Quizá, si nuestro día a día es agotador o simplemente no tenemos ganas de hacer algo que resulte fatigante, podamos encontrar en esa práctica deportiva un momento de desconexión. En lugar de pretender pasar la semana con agujetas, podemos salir a andar por el parque, nadar un rato sin tiempos ni presiones, o practicar estiramientos solo para liberar un poco la tensión del día a día. Todo es válido.

Por ello, desde AFDA os invitamos a explorar con curiosidad y libertad esta práctica tan disfrutable, con opciones en la propia asociación como paseos, pilates, yoga o boxeo… ¡esperamos que descubráis aquella que de verdad os guste!

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