Escrito por Alexandra Lafuente – psicóloga sanitaria de AFDA

Os vengo a compartir una reflexión que llevo dando vueltas desde hace unas semanas, nunca había tenido mascotas en casa y algo ha cambiado, ¡tenemos nuestra primera mascota!

Nunca pensé que algo tan pequeño me enseñaría algo tan grande sobre los límites y la quietud… A veces quiero cogerla, ponerla en mi regazo y acariciarla, moverla de sitio o sacarla para limpiar su jaula, pero ella no siempre quiere hacer lo que yo tengo pensado para ella. Si no le apetece que la coja, se va. Si no quiere que la toque, se aparta. No hay conflicto, no hay drama… simplemente está marcando su límite y sigue a su ritmo.

Muchas veces me quedo mirándola y pienso en como funcionamos las personas, tan dispuestos a ignorar nuestros propios límites o las sensaciones que aparecen por complacer, por acelerar, por “querer hacer más” o “tener que” llegar a todo. Ella no necesita técnicas de mindfulness para estar presente porque ella ya está conectada con su cuerpo y lo que está pasando en este momento, come cuando tiene hambre, salta cuando quiere, no corre si no hay peligro, no se queda si no quiere.

Quizá podríamos aprender de los animales a escuchar el cuerpo y sus sensaciones antes que enredarnos en nuestra mente, a respetar nuestros propios límites, a parar y a movernos cuando lo necesitamos. A veces siento que no sabemos parar, vivimos presos del reloj, del automatismo del día a día, rumiando por el pasado y preocupados por el futuro, dejando pasar las pequeñas cosas del presente. Me veo con prisas para cogerla, acariciarla, ansiosa porque no se deja, cuando simplemente puedo mirar, esperar, ella decidirá cuando acercarse…

¿Qué hacemos cuando nos toca esperar? ¿En la cola del supermercado, el turno en una oficina, en una sala de espera…? los nervios aparecen y nos cuesta incluso parar de mover la pierna ¿para qué? El movimiento no hará que las cosas vayan más deprisa, ¿por qué queremos vivir tan deprisa? Pensando siempre en lo siguiente por hacer y una vez que lo tenemos, pensando en lo próximo, así continuamente, dejando escapar entre nuestras manos lo importante de nuestra vida: VIVIRLA.

Si ella no quiere que la cojas más, te mordisquea… ¿cuántas veces hemos seguido en un lugar donde NO queríamos estar? Ella no sostiene situaciones que le hacen daño. Conecta contigo en ese momento de espera, conecta con los sentidos en ese paseo hacia el lugar de destino, conecta con tu cuerpo y tus sensaciones, simplemente conéctate, vivimos demasiado desconectados del día a día. El pasado ya no esta y el futuro no ha llegado. Y esto es lo que mi cobaya me ha enseñado sobre mí, sobre los límites y sobre la quietud. Ahora, ¿quieres reflexionar tú?