Escrito por Javier Vela – Psicólogo sanitario de AFDA
Las personas somos capaces de exponernos al dolor o al malestar si estos están conectados con un significado de mayor importancia para nosotros/as. Podemos aguantar el calor de una olla ardiendo mientras la llevamos a la mesa, sólo por no tirar lo cocinado por todo el suelo. Podemos aguantar el cansancio de un largo viaje cuando vamos a visitar a un familiar o amigo que vive lejos de casa, sólo por el cariño y amor que le tenemos. O podemos sentir mucha tristeza al ver que nuestra madre o abuela con Alzheimer no nos recuerda, pero ir a visitarla igualmente por el amor que sentimos hacia ella.
De una manera u otra, las personas afrontamos situaciones de este tipo durante nuestra vida. En nuestro día a día, afrontamos situaciones en donde nos vemos expuesto/as a cierto dolor o malestar, o a dudas, incertidumbre, ansiedad, o a una fuerte tristeza, rabia… Hay algunos tipos de malestar que no están conectados con nada que nos importe especialmente y que evitarlos no nos supone ningún coste para nuestra vida. Por ejemplo, el dolor de una piedra en la zapatilla. Ante esto, podemos simplemente pararnos, descalzarnos y quitarnos la piedra. Después, podríamos seguir caminando, aliviados ya, sin notar molestias en el pie.
Sin embargo, hay otros tipos de malestar que están conectados con cosas que tienen un significado especial para nosotros/as y para nuestra vida. Y para tener eso que es valioso, nos vemos obligados a afrontar ese malestar. Imaginemos, por ejemplo, que un deportista, llamémosle Víctor, se rompe los ligamentos y el menisco de la rodilla en un accidente. Como proceso de rehabilitación para poder andar con normalidad, necesita hacer una serie de ejercicios que le resultan sumamente dolorosos. Siempre que va al fisioterapeuta no puede evitar llorar a moco tendido. Y cada vez que se prepara para ir a la sesión empieza a sentir mucha ansiedad y mal cuerpo. Por un lado, no quiere ir y que le fuercen tanto la pierna y sentir todo ese dolor. Pero, por otro lado, sabe que necesita ir a las sesiones de fisioterapia para recuperar la movilidad y fuerza en la rodilla, y para poder continuar con la vida profesional que tenía antes del accidente.
Frente al dolor de las sesiones del fisio, y a la ansiedad que le surge cuando está en casa preparándose para ir a la sesión, Víctor tiene dos opciones: o bien dejarse llevar por la ansiedad y evitar ir a la sesión, o bien guiarse por el significado especial que tiene para él su carrera de deportista e ir a la sesión de rehabilitación. Las consecuencias de hacer una cosa u otra son distintas. Dejarse llevar por la ansiedad y evitar las sesiones del fisio, en un primer momento, cuando está en casa vistiéndose con la ropa de calle, le trae alivio. Pongamos que Víctor evita ir al fisio y, con ello, evita el dolor que le acompaña; la ansiedad que siente mientras está en casa vistiéndose para ir fisio también desaparece. Sin embargo, pasados varios meses, su rodilla no mejora. No puede volver a entrenar e incluso le cuesta andar cuando está con sus amigos. Este camino lleva a Víctor a abandonar el deporte y no volver a ser capaz de hacer actividad física más o menos intensa; lo cual le llevaría a estar muy triste e insatisfecho consigo mismo y su vida.
Por el contrario, guiarse por lo valioso que es para él hacer deporte y actividades que implican andar con fluidez, le puede dar un sentido a convivir con el nerviosismo y con el dolor de las sesiones de fisioterapia. Este significado especial es lo que le da sentido a “poner la mano en el fuego”. Así, pongamos que Víctor, pensando en la vida activa que quiere tener, hace el esfuerzo de ir a rehabilitación de la rodilla, incluso con el dolor y ansiedad que le acompañan. Y pasado un año es capaz de volver a correr, a entrenar y a salir de excursión con sus amigos. De esta manera, gracias al gran esfuerzo de afrontar y convivir con su dolor y ansiedad, Víctor se vuelve a sentir satisfecho consigo mismo y con su vida.
Porque tomando la debida perspectiva, ¿qué tiene mayor valor para uno/a mismo/a, guiarnos por la ansiedad y evitar el malestar, o guiarnos por lo que valoramos como importante para nuestra vida? Nuestro significado vital, nuestros valores personales pueden ayudarnos a afrontar las distintas situaciones difíciles que nos encontremos en nuestra vida. Porque, aunque a veces no sea fácil, actuar guiados/as por lo que valoramos como importante es lo que nos puede ayudar a sentirnos felices y satisfechos/as con nuestra vida.