Escrito por Javier Mediel – Trabajador social y coordinador de AFDA

Nuestra salud anímica está influida por multiplicidad de factores contextuales y sociales que determinan nuestra forma de pensar, enmarcada en un contexto histórico y socio económico. Y nuestra forma de actuar marcada por múltiples condicionantes y determinantes sociales.

Los determinantes sociales de la salud son las circunstancias en que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen –definición de la OMS-. Esas circunstancias son el resultado de las interacciones entre la persona, la comunidad y el sistema socioeconómico.

La salud de la población está directamente relacionada con las realidades que la circunscriben, como ya apuntaban Lambroise y posteriormente Lalonde: desde la biología humana, el medio ambiente, los hábitos de vida y la organización de los sistemas de salud.

La educación, empleo, la equidad de género, el entorno ambiental y social, los servicios públicos, la urbanización, la alimentación, la cultura, los estilos de vida, en cada situación, sea individual o colectiva, local o estatal, nacional e, incluso, mundial, son determinantes que exceden la atención sanitaria, tanto en el plano institucional, como en la práctica médica.

Desde este enfoque, se asume que el impacto de los determinantes en la vida de las personas posee más importancia para el mantenimiento y la mejora de la salud y de la salud anímica, que los servicios a los que acceden cuando se enferman.

Sin título

* Esquema ilustrativo de determinantes sociales

La incidencia que tiene nuestra salud anímica en nuestra salud general está muy relacionada con nuestro bienestar físico y, con ciertas enfermedades.

Estos determinantes sociales se traspasan a la persona con una vivencia emocional y un proceso adaptativo. Según hayamos desarrollado nuestras habilidades sociales, intrapersonales y relacionales mayor capacidad de adaptación tendremos a un entorno plagado de desigualdades.

Para esto, el estado de ánimo es un buen indicador de adaptación y de medición con respecto a nuestro bienestar y en nuestra calidad de vida en el entorno.

Los determinantes sociales juegan así pues, un papel fundamental en este binomio de salud y estado de ánimo, así como en los mecanismos adaptativos y de integración de la persona en un entorno salubre.

Se proponen una serie de medidas convenientes para mejorar los determinantes sociales de la salud y las condiciones de la vida cotidiana:

Entornos salubres para una población sana

El lugar donde vivimos afecta a nuestra salud y a nuestras posibilidades de tener una vida próspera

Prácticas justas en materia de empleo y trabajo digno

El empleo y las condiciones de trabajo tienen efectos importantes en la equidad sanitaria.

Protección social a lo largo de la vida

Todo el mundo necesita protección social a lo largo de la vida: en la infancia, durante la vida laboral, y en la vejez. Esa protección también es necesaria en determinadas circunstancias inesperadas, como en caso de enfermedad, discapacidad y pérdida de ingresos o del trabajo.

Atención de salud universal

El acceso y la utilización de los servicios de salud son esenciales para gozar de buena salud y alcanzar la equidad sanitaria

Que se disponga de sistemas de atención de salud basados en los principios de equidad, prevención de la morbilidad y promoción de la salud con cobertura universal, centrados en la atención primaria de salud, con independencia de la capacidad de pago.

Como aporte sumar a estas propuestas la visión de una salud colectiva en la que las personas se ven afectadas por problemas y vivencias comunes y la creencia del trabajo conjunto entre instituciones y activos sociales. Con una visión puesta en la salutogénesis: el origen de la salud y los medios para conseguirla.

Fuentes

Últimas entradas

Ir al contenido