Escrito por Andrea Mayren Azón – Psicóloga clínica y profesora de Yoga y Mindfulness

Pese a estar cada vez más familiarizados con los anglicismos presentes en nuestra cotidianidad, mindfulness sigue siendo una palabra desconocida para la mayoría aunque su práctica sea cada vez más compartida. La razón de no traducir la palabra al español es la dificultad de encontrar un sólo término que describa todo aquello a lo que se refiere mindfulness. Igual que ocurre con el yoga, en el que de forma inmediata es asociado sólo a una de sus múltiples vías, el hatha yoga de posturas físicas, podría correrse el peligro de traducir mindfulness como atención plena o consciencia del momento presente.

Sin embargo, mindfulness es una cualidad de la mente o más bien la capacidad intrínseca de la mente de estar presente y consciente en un momento determinado, en un momento en que cuerpo y mente se sincronizan totalmente en un instante de realidad presente. Presencia plena y conciencia abierta se conjugan en un momento en nuestra mente/cuerpo/espíritu. Es esa cualidad propia de cualquier ser humano pero que ha sido motivo de estudio principalmente en el paradigma oriental.

La experiencia de mindfulness se desvela y se entrena en la disciplina o práctica de la meditación.

La práctica de meditación como sabemos proviene de tradiciones milenarias que ponen énfasis en la legitimidad de la propia experiencia como fuente válida de conocimiento. La práctica se basa en entrenar el estar presente y consciente en cada momento de nuestra vida; acoger cualquier cosa que surja en nuestra experiencia, amorosamente y sin juicio; abrir el corazón para hacernos amigos de nosotros mismos y permitir que surja la compasión por los demás. Nos permite recorrer el camino de nuestra vida y desempeñar nuestra labor en ella con el corazón abierto y la mente despierta.

Kabat Zinn, padre americano del mindfulness, era psiquiatra y meditador. En primera persona experimentó el poder del contacto con nuestro interior, y ese fue el propósito de su obra, aplicado al campo médico como una forma de sanación.

LA EXPERIENCIA MINDFULL

Mindfulness es un acto, el de permanecer. Es una actitud, abierta, amable y receptiva. Es una intención, la de oír escuchando o mirar viendo, con una voluntad consciente y un punto de partida unidireccional, esto es, sin esperar por ello obtener nada a cambio, tal y como nos enseña el Karma Yoga. El Karma Yoga es una de las vías del yoga cuyo propósito es la acción desinteresada sin esperar resultados, renunciando a los frutos de la acción.  Su esencia es el desprendimiento, consecuencia de la sabiduría de la acción en la no acción y del compromiso con la tarea, sin deseos ni avidez.

Mindfulness es también un acto de amor hacia uno mismo, y hacia los demás; y al igual que el amor, que es entregado de corazón (y es entonces cuando es amor), no pretende recompensa o respuesta por la dedicación, la propia entrega del amor es la experiencia amorosa.

Cuando practicamos mindfulness estamos entregándonos a una experiencia amorosa, pues si dejamos que nuestros pensamientos no contaminen o contribuyan en un sólo segundo de nuestra vida, nos sentiremos libres, y el ser humano cuando es libre, no es más que un ser lleno de amor. Los numerosos condicionamientos aparecen una t otra vez, como hilos que han estado dirigiéndome, como la firma que hemos hecho a un contrato sin detenernos a leer la letra pequeña.

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Mantenernos presentes nos libera de nuestro propio yo, el yo preocupado, el yo ansioso, el yo temeroso, el yo físico… puedo decir que lo experimentado es cercano a la verdadera naturaleza del ser, al mismo acto de existir, con vida, pero sin mente.

No quiero decir por ello que se rechace la mente, o que no se la comprenda

La mente sirve para muchas cosas, es totalmente necesaria en el contexto en que vivimos; podemos ver como las personas cuyas mentes no están sanas, o cuya metacognición es muy pobre, no pueden desarrollarse e incluso pueden ser peligrosas o infelices, al no poder integrar su mente en el conjunto de su ser. El órgano mental es la herramienta más poderosa con la que contamos, y todo dependerá del servicio que hagamos de ella, ahí radica la complicación, que no siempre será al servicio de nuestra voluntad consciente.

La mente está muy bien, pero no para todo. Está igualmente demostrado y podemos haber comprobado alguna vez como nuestra mente nos engaña, nos tortura con rumiaciones, nos obsesiona, magnifica los recuerdos o minimiza los logros.  Podría decirse que la mente y la autoestima son nuestros grandes enemigos en ocasiones. Por eso, hay cosas en las que no contar con la mente ofrece un camino más llano, y más saludable.

Por eso mindfulness va más allá de una simple práctica, nos ofrece la posibilidad de desaprender aprendiendo otras formas de hacer y de ser. Sencillo y grandioso, como las cosas importantes de la vida, la atención consciente y sostenida en el momento presente y sin juzgar, abarca todos y cada uno de los acontecimientos que llenan cada día.

Una explicación sencilla para aquellos que no estén familiarizados con mindfulness podría ser plantear lo siguiente: ¿qué es lo que haces nada más levantarte?, ducharme, vestirme, desayunar… a lo que nos atreveríamos a contestar: ¿seguro?, yo creo que tu cuerpo hace eso: ducharse, vestirse…,pero, ¿y tu mente?, ¿qué es lo que hace tu mente?

Tu mente no está contigo en la ducha, observando tu cuerpo, sintiendo el agua por la piel, la temperatura… tu mente está pensando en qué vas a desayunar, qué te vas a poner hoy, cómo vas a afrontar la reunión de las diez o incluso, qué tienes que comprar a las ocho de la tarde cuando salgas de trabajar y vayas al supermercado. Eso cuando tenemos la suerte de que los pensamientos sean neutros, porque en otras ocasiones el ver llover nos condiciona, o estamos preocupados porque nuestro hijo o hija ayer no aprobó el examen y le van a suspender.

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No es que sólo haya pensamientos neutros o negativos, también existen positivos aunque…seamos sinceros, ¿quién suele pensar en lo rico que sabe un café o lo agradable que es desperezarse por la mañana? Si hay alguna forma de acercarse a esto sin duda es través de la consciencia del momento presente, puesto que un café no sabe a nada si no nos damos cuenta de cómo sabe, si nuestra mente no está con nuestro cuerpo, sino tenemos en cuenta todas las sensaciones que entran en juego.

Alguien podría objetar que si comenzamos a vivir con esa intensidad lo agradable también lo haremos con lo desagradable, con lo que nos duele, y esto no suena tan bello… sin embargo, no hay otra forma de llegar a la orilla del mar sin pisar en ocasiones la arena que quema.

Huir o distraernos sólo alarga el poder llegar a la orilla, por no hablar de la repercusión de reprimir nuestras propias emociones.

La des-identificación de nuestro ego es el camino a soltar las arduas resistencias, observando desde una consciencia testigo, más allá del deseo. Sabemos, aunque nos cuesta aceptarlo, que el deseo, lo que nos gusta, no abarca toda la existencia.

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