Escrito por Samara Sáez Martínez – Psicóloga sanitaria

Existen innumerables definiciones para este concepto. Se puede entender como una forma de cambio; la creación de posibilidades; la capacidad de combinar conocimientos; o un ejercicio de libertad humano. La persona creativa es aquella que a partir de un conjunto de estímulos ve lo que antes no había visto, o lo que nadie había visto antes.

El falso mito que la envuelve

Tendemos a definirnos a nosotros mismos como personas poco creativas, considerándolo como una característica prácticamente inamovible, que forma parte de lo que somos y que, por tanto, no podemos cambiar.  Al contrario de lo que la mayoría pensábamos hasta la fecha, la creatividad no es como el color de ojos, asignado genéticamente y sin posibilidad de modificación; sino que se trata de algo que se puede entrenar y desarrollar.

Con talento creativo no se nace, paulatinamente lo vamos elaborando y, por tanto, sus manifestaciones precisan de un previo aprendizaje. Un aprendizaje con el que no estamos especialmente familiarizados ya que, hasta hace pocos años, no se le ha dado la importancia que tiene. De niños nos encanta colorear, sin embargo la mayoría de cuadernillos creados para este fin tienen en el lado izquierdo la imagen real, la que debemos replicar; nos animan a explicar nuestro fin de semana  pero no a inventar el del “Ratón Pérez”, y como estos ejemplos, un largo etcétera.

Por otro lado, tendemos a definir a la persona creativa como aquella que recibe reconocimiento (generalmente público) por sus magníficas creaciones del tipo que sea (un relato, un cuadro, un guion de cine)… pero lo realmente importante no es que se asocie nuestro nombre a todas estas cosas, sino que hayamos vivido una experiencia plena y creativa desarrollando nuestros objetivos.

¿Para qué sirve la creatividad?

El concepto de creatividad está asociado a múltiples nociones de nuestro día a día. ¿Quién no quiere desplegar todo el potencial que tiene de manera óptima? Es un buen antídoto para hacer de experiencias cotidianas algo más gratificante además de permitirnos ser más conscientes de lo que estamos realizando.

Se trata de una manera de elaborar herramientas que nos permitan ampliar nuestro abanico de solución de problemas y aporta flexibilidad a nuestro pensamiento.

En nuestra rutina hemos formado un conjunto de reglas y prácticas que definen nuestra manera de trabajar, de relacionarnos socialmente e incluso de vestirnos. Elegir sin el piloto automático nuestras opciones y poseer apertura a las nuevas posibilidades, también es algo que podemos conseguir con el entrenamiento en creatividad.

Por otro lado, tendemos a pensar que cuando estamos bloqueados practicar la creatividad nos frustrará todavía más y nos hará sentir peor. Nada más lejos de la realidad, ya que una de las características terapéuticas fundamentales que tiene esta habilidad es la de facilitar nuestra expresión emocional.

En resumen, la creatividad nos ayuda a:

  • Ser más conscientes
  • Practicar el abandono del piloto automático
  • Mejorar nuestra capacidad para resolver problemas
  • Potenciar la apertura a nuevas posibilidades y opciones
  • Disfrutar más plenamente de las experiencias cotidianas
  • Expresarnos emocionalmente y aumentar nuestro autoconocimiento a este nivel
  • Activarnos cognitiva y conductualmente
  • Acrecentar la constancia y capacidad de trabajo
  • Desarrollar la implicación en actividades que nos resulten gratificantes

¿Cómo la trabajamos?

En primer lugar con la paciencia. Como todo proceso de aprendizaje es muy complicado que veamos avances obvios la primera semana, debemos tener en cuenta que no es tan importante llegar a la meta (ser un pintor famoso) sino emprender acciones que sean significativas para nosotros. Estas pequeñas acciones semanales o incluso diarias estarán formando parte de nuestro autoconocimiento y cuidado del bienestar; es decir, forman parte de nuestra dirección valiosa.

Para mantenernos en ella lo más recomendable es conocer aquello que nos genera curiosidad y, a través de ésta, potenciar nuestro interés por ello, independientemente de lo bien o mal que creemos que se nos da. Por ejemplo, si para mí es muy entretenida la costura, aunque no sepa nada de ella, la probabilidad de que me mantenga en la búsqueda de herramientas, lo intente aunque falle, etc. es mucho más alta que si me empeño en aprender a dibujar, que es algo que nunca me ha llamado la atención especialmente.

Lo realmente importante es que la motivación a continuar no dependa de reconocimiento de otros (familiares, amigos o profesores), sino que sea satisfactorio para mí; porque de esta manera invertir esfuerzo y tiempo no será algo costoso y sacrificado.

Finalmente, será realmente útil que sea capaz de identificar mis propios juicios como lo que son, pensamientos. Creer que no voy a ser capaz de crear algo va a ser la principal barrera a mi libertad creativa y focalizarme en el fracaso el camino a no intentarlo.

El investigador Simonton observó a miles de científicos para llegar a la conclusión de que, los más creativos no sólo produjeron gran cantidad de grandes trabajos, también originaron más número de trabajos malos.

Ten en cuenta que, al fin y al cabo, no recordamos a los genios por sus fiascos iniciales (que los hubo) sino por una idea que les apasionó y por la que apostaron hasta el final.

Si lo prefieres paso a paso:

  1. Busca aquello que te motive e interese (todos lo tenemos).
  2. Inténtalo vertiendo esfuerzo y trabajo.
  3. Se lo más constante que puedas
  4. Ante el bloqueo y los fallos, recuerda que realmente lo estás haciendo por ti y para tu crecimiento personal.

Cada día te brindará una nueva oportunidad.

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