Escrito por Carolina García Cuartero – Psicóloga sanitaria
Tras los últimos libros que he leído, no ha dejado de retumbarme una idea en la cabeza respecto a la sexualidad femenina, “la dictadura de la normalidad”. No ha pasado un día en el que no haya resonado ese eco detrás de una conversación, una película o simplemente un vistazo a las redes sociales.
Cada vez que pienso en ello, viajo hasta 1905 para visitar a Sigmund Freud. Este controvertido psicoanalista, desde su afán por conseguir la cuadratura del círculo, elaboró un paradigma de la sexualidad femenina basándose en la anatomía de la mujer. Determinando así, que para conseguir la plenitud y madurez, se debe transferir la consecución del orgasmo del clítoris a la vagina. Esta construcción de la normalidad orgásmica supone un sometimiento cultural de importantes dimensiones. Dibuja la ruta por la que la mujer debe caminar, condenando a la “despectiva rareza” a toda aquella que no lo haga.
Regreso de mi viaje habiendo encontrado la primera imposición de está la dictadura: hay que tener orgasmos con la vagina.
Para obtener la segunda, pero no por ello menos inquietante, debo viajar hasta 1928 y visitar al reconocido escritor D.H. Lawrence, quien no conforme con dicha teoría decide ampliarla añadiendo la siguiente idea: El mejor coito es aquel en el que el orgasmo se produce de manera simultánea. Ya no es suficiente con llegar a transferir los orgasmos del clítoris a la vagina, sino que además, hay que tenerlos justo en el momento en que los tiene la otra persona.
Segunda imposición de la dictadura: hay que tener los orgasmos simultáneos.
Y ahora me pregunto, cómo es posible que hombres y mujeres inteligentes, con capacidad crítica y espíritu curioso, nos traguemos dogmas de envergadura semejante? Dogmas que no te descubren posibilidades sino que te imponen obligaciones. La única respuesta que de momento encuentro es el “ser referencial”, es decir, yo soy en referencia a lo que los demás son. Convirtiendo nuestra vida en lo que nos pautan que “debe ser” en lugar de en lo que “deseamos que sea”. Detrás de esto suelen decir que se encuentra el miedo al rechazo, la necesidad de pertenencia, la deseabilidad social, la baja autoestima…y una larga lista de productos que puedes comprar en cualquier sociedad. Pero aún así, no logro comprenderlo. Quizá la clave esté en la creencia de pensar que lo que somos, lo somos libremente. En este sentido, me parece profundamente necesario recordar el concepto de Antonio Machado sobre “la libre expresión del pensamiento esclavo”. Primero nos construyen un pensamiento del que nos hacen esclavos a través del concepto de normalidad y luego nos dejan expresarlo libremente, anulando así una posible construcción del individuo desde el pensamiento libre.
Ante la rabia de cómo estas ideas imperan e impregnan todo lo que nos rodea, convirtiéndonos en desdichados seres de problemáticas conductas, me planteo, (por ser proactiva y no quedarme sólo en la queja) Yo, cómo psicóloga, sexóloga, educadora… y en definitiva, mediocre ser mundano ¿qué puedo hacer para que esto cambie? Y desde mi ambicioso propósito he decidido imitar a los superhéroes, poniéndome una capa con un escudo que dice “por una sexualidad grande y libre” si quieres unirte a la lucha por la abolición de la dictadura de la normalidad sexual sólo tienes que mandar un e-mail a tu “yo interno” en el que aparezcan tus pensamientos personales, dirección y teléfono (por si en algún momento te pierdes y hay que localizarte…).
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