Escrito por Fernando Contreras – Psicólogo Sanitario

Hola a tod@s, tengo la intención de compartir (aunque sea de forma resumida y no demasiado ortodoxa) algo del conocimiento que los investigadores en psicología están intentando generar en el laboratorio, respecto a un tipo de pensamientos concretos que todos, como seres verbales que somos, portamos de tal forma que nos habitan y nos determinan: las reglas verbales.

Aprendizaje contingente vs conducta gobernada por reglas

Es bastante común y clásico establecer el razonamiento como, al menos, una de las diferencias principales entre los seres humanos y el resto de los mamíferos.

Simplificando muchísimo, se podría decir que compartimos con los mamíferos un modo de aprendizaje por contingencias (i.e. por las consecuencias de nuestros actos, de lo que ocurre en nuestra relación con el contexto) y que nosotros nos distinguimos de ellos porque tenemos un modo especial de aprendizaje que está soportado en el lenguaje y que es el comportamiento guiado por reglas.

Sin entrar en los errores lógicos y los “alcorces” que los seres humanos “perpetramos” para eso que llamamos razonar (quizá en otro artículo “me dejen” hablar de las variadas formas de engaño “racional”), el aprendizaje de reglas verbales supone una ventaja competitiva respecto al resto de los mamíferos.

Las reglas verbales vendrían a ser como directrices, relaciones causa efecto, que aprendemos verbalmente y que nos permiten conocer cosas del mundo (o pautas de cómo funciona éste) sin tener que contactar directamente con ellas.

Las reglas que aprendemos son de alguna manera “inacabables”. Abarcan cualquier aspecto de nuestras vidas y las aplicamos inadvertidamente en la mayor parte de las ocasiones.

Tienen la particularidad de combinarse y ordenarse de múltiples maneras, además de generarse por derivación y sin nuestra participación explícita y voluntaria.

Por supuesto, estas reglas son dependientes del contexto cultural donde nos desenvolvemos y por lo tanto tienen un elevado grado de arbitrariedad, especialmente cuando se refieren a cuestiones, digamos, no universales y muy dependientes de las características de la cultura donde nos ha tocado vivir.

No obstante, creo que todos estaremos de acuerdo que, de niños, nos vino muy bien esta habilidad para no tener que aprender “experimentando” que si metes los dedos en un enchufe podemos salir mal parados y más adelante cuando, en una espléndida tarde de domingo, decidimos quedarnos a estudiar en lugar de salir a pasarlo bien con los amigos, porque en un momento dado, hicimos nuestra la regla de que “si estudias aprobarás tus exámenes” y/o “si tienes una carrera serás una persona de provecho”

Consecuencias de ser inflexible aplicando mis reglas

Ahora bien, como todo parece tener consecuencias en variadas direcciones, no siempre la aplicación de las reglas que aprendemos resulta útil. O más bien sería la aplicación inflexible de las reglas aprendidas (o derivadas por nosotros mismos -ya sabéis de forma automática y sin nuestra intervención “voluntaria-)  lo que puede ocasionarnos problemas.

Tomaré un ejemplo real (una publicación de New York Times de Junio de 1993) que aparece en (Hayes, Stroshal, & Wilson, 2014, pág. 357):

Florida, 16 de Junio. Una niña de seis años resultó muerta al colocarse frente a un tren tras decirle a sus dos hermanos y a su primo “quería convertirse en un ángel para estar con su madre”. Las autoridades informaron de que su madre tenía una enfermedad terminal

Podríamos deducir de su lectura, que la niña tenía, al menos, un par de reglas relacionadas con la conducta que acabó ejecutando. 1ª los niños al morir se convierten en ángeles 2ª Si me convierto en un ángel estaré por siempre con mi madre.

Seguir estas reglas de forma inflexible, sin tener en cuenta las consecuencias de hacerlo y tomándolas como lo más normal y racional que podía hacer, provocó que la niña acabara con su vida.

¿Qué podría haber hecho la niña “fusionada” con esas reglas?, ¿tenía alternativas viables?

Quizá me he ido a un extremo para explicar la cuestión pero, aunque las consecuencias habituales no resulten tan graves para los seres humanos, el mecanismo que subyace a algunos comportamientos desadaptativos es muy similar.

El problema de perder la sensibilidad

Muchos de las personas que buscan un psicólogo traen consigo una serie de reglas que, en el mejor de los casos, quizá fueron útiles en su día o en un contexto determinado, pero que aplicadas de forma inflexible en el momento y contexto presentes, le están provocando más y más sufrimiento.

El problema (la consecuencia en dirección problemática que tienen las conductas gobernadas por reglas) es que, según está mostrando la investigación, tener reglas nos hace (a veces en porcentajes sorprendentemente altos) relativamente inflexibles al contexto y sus consecuencias y seguimos aplicando nuestras reglas sin tenerlo (al contexto) y sin tenerlas (las consecuencias) en cuenta.

La respuesta flexible

No siempre somos inflexibles en la aplicación de reglas e insensibles al contexto donde las aplicamos y es precisamente esa flexibilidad la que podría haber salvado a la niña y la que puede permitirnos tener una vida psicológicamente más saludable.

Ahora queda invitar al lector a reflexionar:

¿La aplicación de qué reglas le está complicando la vida, acumulando sufrimiento o están resultando infructuosas?

¿Se podrían aplicar de forma más flexible y adaptativa?

Si pueden responder a esto (y sobre todo están dispuestos a actuar en una dirección más valiosa), están todavía a tiempo de que no se les “lleve el tren por delante”

Referencias

Hayes, S., Stroshal, K., & Wilson, K. (2014). Terapia de aceptación y compromiso. Bilbao: Desclée de Brouwer.

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