Escrito por Samara Sáez – Psicóloga sanitaria

La ansiedad y la sintomatología relacionada con ella se sitúan entre los principales motivos de consulta psicológica en jóvenes; además, sobre el 30% de los pacientes, de estas edades, que acuden al médico de familia mencionan la dolencia ansiosa.

Para comprender un poco mejor este fenómeno, debemos tener en cuenta los factores de riesgo que envuelven a esta población en concreto:

  1. La preocupación y temor a la nueva etapa de vida, adulta, y a su correspodiente adaptación.
  2. El periodo en el que se encuentran los jóvenes, caracterizado por procesos emocionales determinantes en el desempeño de distintas áreas vitales.
  3. Los componentes que cada uno considere claves en la realización personal, ya que muchas veces es lo que los enfrenta a emocionalidad ansiosa.

Los jóvenes están sometidos de manera casi constante a grandes exigencias, evaluaciones, responsabilidades nuevas, presión económica, social y familiar. Esto, junto con los altos índices de desempleo, la incertidumbre laboral y las pocas expectativas ocupacionales son también un conjunto de elementos que se relacionan con la sintomatología ansiosa.

Todo ello, acarrea un conjunto de consecuencias muy importantes para ellos; algunos ejemplos son:

  1. A nivel físico, encontramos consecuencias como: somatizaciones, hábitos de vida poco saludables, abandono del autocuidado, incremento en el abuso de sustancias (alcohol, tabaco, cannabis…), etc.
  2. En cuanto al ámbito social y/o de comportamiento, lo más característico como secuela de la ansiedad es: una elevada disfuncionalidad, acompañada de comportamientos dirigidos por pensamientos y/o interpretaciones de las situaciones negativas y catastróficas; lo que los aleja de la implicación vital.
  3. Psicológicamente hablando, una prolongada angustia lleva a estados de apatía, tristeza, melancolía, desesperación, agotamiento emocional y sentimientos de incapacidad. Los jóvenes sienten que no tienen suficientes herramientas para enfrentarse a los retos que la vida les va a plantear (como una búsqueda activa de trabajo, una entrevista en la que tengan que demostrar sus aptitudes, etc.).

En conclusión, en la etapa de la juventud, dadas las circunstancias actuales, existe una carencia autonómica provocada por la no independencia plena, ni el hogar ni economía propios. Dicha privación, se prolonga en el tiempo hasta impedir que el joven se inserte plenamente en el mundo laboral. Lo que provocará consecuencias personales negativas, ya mencionadas, así como sentimientos de inamovilidad en el proceso de crecimiento personal. Con todos estos factores, es probable que la persona experimente un estancamiento en el plano afectivo, emocional y/o sociocultural. Lo que afectará categóricamente en el desarrollo tanto individual como madurativo, y por ende, en su salud mental.

Tras diversas investigaciones al respecto, realizadas con la finalidad si no solucionar el problema de disminuir su impacto, ha podido observarse:

Que Mindfulness se trata de un buen método de prevención/intervención, dado que facilita:

  • La planificación y resolución efectiva de problemas.
  • La exposición a experiencias negativas.
  • La aceptación, contrarrestando así la evitación y emisión de juicios negativos.
  • La atención y acción a lo realmente valioso para el individuo.
  • La percepción de calidad de vida.
  • La conciencia de “aquí y ahora”.

Además, demuestra beneficios en cuanto a la disminución de:

  • Ansiedad; descenso que se mantuvo, como mínimo, en los tres años posteriores.
  • Evitación emocional.
  • Percepción de ansiedad.
  • Evitación de experiencias desagradables.
  • Preocupación.

Es decir, aquellos jóvenes que se inician en la práctica Mindfulness se ven alentados a observar sin juicio sus pensamientos y sentimientos. Como consecuencia de ello tienden a preocuparse menos y funcionan más adaptativamente.

Todo esto se debe a que, el desarrollo de competencias para resolver problemas del día a día, la capacidad para crear y mantener relaciones positivas y aceptar y afrontar los eventos vitales del tipo que sea, son aspectos que reducen la ansiedad y el riesgo de padecer problemática asociada.

Autores y fuentes del artículo: Agudelo, D.M., Casadiegos, C.P. & Sánchez, D.L..; Alonso, F.; Arrieta, K., Díaz, S. & González, F.; Campo, G. & Gutiérrez, J. ;Cassareto, M., Chau, C., Oblitas, H. & Valdez, N.;Cornejo, L. & Lucero, M.; Delgado, L. C., Guerra, P., Perakakis, P. & Vila, J.; Delgado-Pastor, L. & Kareaga, A.A. ;D’zurilla, T. J., & Sheedy, C. F.; Edwards, K. J., Hershberger, P. J., Russell, R. K., & Markert, R. J.; Friis, R. H., Wittchen, H. U., Pfister, H., & Lieb, R.; Gómez, C. & Rodríguez, N.; Kabat-Zinn, J., Maisson, A. O., Kristeller, J., & Gay Peterson, L. fletcher, KE, Pbert, L., Lenderking, WR, & Santorelli, S. F.; Lykins, E. L.; Overbeek, G., Vollebergh, W., Engels, R. C., & Meeus, W.; Roemer, L., Lee, J. K., Salters-Pedneault, K., Erisman, S. M., Orsillo, S. M., & Mennin, D. S.; Roemer, L., & Orsillo, S. M.; Rubio, C. T., & Lubin, B.; Williams, J. M. G.

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