Andrea Llera – Psicóloga sanitaria
Cuando atravesamos procesos emocionales difíciles, a menudo observamos como la tendencia es a abandonar nuestro propio cuidado. Nos desvinculamos de aquellas cosas o personas que nos hacían sentir bien, llevamos a cabo rutinas que pueden ser perjudiciales para nuestra salud, prestamos menos atención a nuestro aspecto… en definitiva, parece que es precisamente cuando más lo necesitamos cuando menos nos atendemos.
Sin embargo, si alguien querido para nosotrxs estuviera pasando por un mal momento, ¿qué le recomendaríamos?, ¿que dejase de cuidarse, comiera mal, o no dedicase tiempo a sus hobbies? Seguramente no, ¿verdad?
Sí, darnos cuenta de esto puede resultar frustrante, pero ahí es precisamente cuando el autocuidado puede ser nuestro gran aliado. Lejos de culpabilizarnos o machacarnos por no haber podido o sabido cuidarnos (que será lo que la mente tienda a hacer con facilidad), nos ayuda a tratarnos de forma compasiva, comprendiendo que forma parte del proceso, y nos redirigimos a nosotrxs mismxs con amabilidad hacia acciones que velen por nuestro bienestar.
Es por esto que introducir el autocuidado como un valor en nuestra vida puede resultar tan beneficioso, ya que se tratan de acciones que funcionan como una especie de “bálsamo” para nosotrxs, ayudándonos a atender nuestras necesidades y promover el bienestar físico, mental y emocional. Es importante recordar que dado que se trata de un valor sobre el que encaminar nuestros pasos, es algo en lo que trabajar poco a poco en nuestro día a día, no únicamente en función de nuestro estado emocional. De hecho, introducirlo en nuestro estilo de vida en la medida de lo posible puede ser un factor protector de nuestra salud a todos los niveles.
En cuanto a las áreas hacia las cuales podemos desarrollar acciones de autocuidado encontraríamos:
- Amor/afecto: acciones encaminadas hacia la conexión e intimidad con las personas importantes de mi vida o todo aquello que me conecte con el amor, la gratitud, el cariño (animales, naturaleza…). En este ámbito, no es únicamente desde el exterior desde donde podemos nutrirnos de afecto, sino que si introducimos además la práctica de la autocompasión, conectaremos con la amabilidad y comprensión desde nosotrxs mismxs.
- Salud: ¿Cómo cuido de mi cuerpo? Poner nuestra atención en el cuerpo es una inversión en bienestar que puede realizarse a través de la higiene, la alimentación, la reducción de hábitos nocivos, realizando ejercicio de forma regular, cuidado del aspecto físico, etc.
- Logros, disfrutando del camino: ponernos pequeñas metas encaminadas hacia nuestros valores dará sentido a nuestra vida y nos hará sentir más satisfechos con ella. En este punto, el autocuidado nos ayudará a ajustar nuestras expectativas y adaptarlas a nuestro momento vital, ya que si son demasiado altas, puede aparecer una mayor frustración que nos impulse a abandonar nuestro objetivo. Otro aspecto significativo sería poner nuestra atención en “disfrutar del camino” hacia estas metas, es decir, atendiendo al proceso y valorando cada paso que damos, no únicamente la consecución del objetivo.
- Escucha interna: identificar y atender nuestras necesidades, emociones y pensamientos nos ayudará a conocernos mejor y poder gestionar de forma más eficaz nuestro mundo interno. Tenemos que recordar que las emociones son cambiantes y nos indican lo que necesitamos, pero si no prestamos atención a ellas no podremos atenderlas, y por tanto, atendernos.
Por tanto, estamos ante una invitación a mirarnos y escucharnos, con preguntas del tipo “¿qué puedo hacer por mí mismo en este momento?”, por lo que se trata de algo totalmente individual y unido a nuestras necesidades y valores. Eso si, recordando siempre que no se trata de abordar todo de vez ni convertir el autocuidado en una “obligación” más, si no desde una postura flexible y amable con nosotrxs mismxs.
Y tú, ¿cómo cultivas el autocuidado?
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