Escrito por Luis Cortés – Psicólogo Sanitario y Coordinador sanitario de AFDA

¿Tienes que tratar con personas tóxicas en tu entorno cercano?, ¿Sufres en tus carnes el aguijonazo de sus continuas agresiones hacia tu persona? ¿Tu preciada energía vital es devorada por peligrosos vampiros emocionales? En este artículo repasaremos algunos aspectos de su particular biología para que; a través del conocimiento puedas defenderte eficazmente de ellos.

 No aguanto a mi compañero de trabajo, siempre tocándose las narices, y aprovechándose de todos, parece que lo haga para fastidiarme. Mi suegra es un cardo, lo sabe todo de todo, la señora. Qué pesado el Felipe este, cada vez que lo veo me deja sin una gota de energía… Ya están aquí, es la auténtica plaga del siglo XXI, en el trabajo, en la oficina, en el gimnasio. Estamos rodeados por personas tóxicas, vampiros emocionales y demás fauna peligrosa. Los peligros nos acechan y muchas veces sin poner un pie fuera de casa. Para esta invasión zombi no hay lugar seguro en el que esconderse, puesto que ya sea con el fin de hacerme daño o no, están en nuestro entorno social y muchísimas veces nos toca lidiar con alguno de ellos. Así pues nos pondremos el equipo de seguridad (la seguridad por encima de todo), y repasaremos a fondo todos los detalles de su particular biología con el fin de desarrollar armas eficaces para defenderme de estos terroríficos enemigos plagados de poderes sobrenaturales. Y es que; señoras y señores. En esta particular batalla del bien contra el mal, el conocimiento nos puede conferir ciertas habilidades para reducir el impacto que sus terribles armas tienen sobre nosotros.

Según la R.A.E. se aplica el adjetivo tóxico a una sustancia que contiene veneno o que produce envenenamiento. Y un Vampiro sería un espectro o cadáver que, según ciertas creencias populares, va por las noches a chupar poco a poco la sangre de los vivos hasta matarlos. Así pues; el miedo, la aprensión y el terror serían las reacciones emocionales razonables de cualquier persona con un cierto sentido común, ante la aparición de tales seres y por lo tanto la huida, el ataque o la inmovilización la única conducta adecuada. Pero ¿Dónde reside la toxicidad de estos sujetos? ¿En qué tipo de glándula almacena su toxina mortal? ¿Cómo inoculan sus jugos tóxicos en sus presas?

Enmarcar relacionalmente significa responder a un evento en términos de otro basados en claves relacionales arbitrarias. Ejemplos de enmarcar relacionalmente son relacionar estímulos de acuerdo a relaciones de coordinación (“es”, “igual que”), distinción (“es diferente de”), oposición (“es opuesto a”), comparación (“más que”, “menos que”), jerarquía (“es parte de”, “incluye a”), deícticas (yo/aquí/ahora vs. tú/allí/entonces), etc.  Y según la RFT Teoría del marco relacional (RFT; Hayes, Barnes-Holmes, & Roche, 2001). Sería un comportamiento operante generalizado que es aprendido a través de un entrenamiento en múltiples ejemplos (MET) y subyace al lenguaje y la cognición humana. (1). ¿Qué sería entonces lo que ocurre cuando enmarcamos en términos de coordinación (“es igual que”) a una persona o situación determinadas con el adjetivo tóxico?

En primer término, de lo anteriormente expuesto me gustaría destacar el carácter arbitrario de dichos enmarques. Cada hablante enmarca de manera única, son enmarques fruto de su propia historia. Por lo tanto, las consecuencias y los significados que cada estímulo adquiere son únicas y no generalizables a otros hablantes. Esto hace que sea absurdo plantear que el adjetivo tóxico o cualquier otra etiqueta que asociemos a una persona sea algo inherente a la propia persona a la cual se relaciona. El adjetivo tóxico y sus significados. Forman parte de un pensamiento o una imagen mental con la que yo sintetizo la realidad y que puede ser más o menos útil para inferir una serie de reglas que puedo utilizar a la hora de relacionarme con el mundo sin tener necesariamente que ponerme en contacto con la realidad que subyace, y es esa conducta gobernada por reglas, la que explica por qué los seres humanos a partir de cierto momento de nuestro desarrollo aprendemos a un ritmo sin parangón en el resto del Reino Animal. Son pensamientos o etiquetas que pueden llegar a ser muy útiles o adaptativas pero; relacionarme con estas etiquetas como si fuesen absolutamente verdaderas es un problema en sí mismo.

Por ejemplo, si me dicen que el contenido de la taza que tengo encima de la mesa es tóxico Las reglas que desde pequeñito he aprendido para relacionarme con las sustancias tóxicas, tal vez me lleven a no ingerirlo, e incluso tomar alguna medida profiláctica para prevenir la intoxicación, (por ejemplo lavarme las manos si se derrama la sustancia en ellas). Tras actuar de esta manera la próxima vez que interactúe con esta sustancia automatizaré las conductas y volveré a reaccionar con precaución ante ella. Este tipo de conductas puede ser muy útil independientemente de que la sustancia sea realmente tóxica o no. Y me evitan tener que interactuar con la sustancia real para protegerme de ella. De hecho si me dicen que es una sustancia es muy tóxica. Es posible que reaccione con auténtico miedo cuando me toque manipularla. La palabra se asocia con el fenómeno y automáticamente transferimos las características asociadas y las reacciones emocionales y conductuales adecuadas. Actuar de manera “fusionada” puede ser muy útil en muchas ocasiones pero nuestra perdición en otras, ya que actuar siempre bajo los influjos de esa “fusión” como si el objeto fuese realmente tóxico, no me permite relacionarme con las contingencias reales de refuerzo. Empobreciendo mi repertorio conductual y limitando mis posibilidades de adaptarme a mi entorno. Si me dicen que la puerta está cerrada con llave, no perderé el tiempo y la energía girando la maneta para intentar abrirla. Pero si no intento nunca girar la manivela (aunque sea una pérdida de tiempo), nunca tendré posibilidades reales de abrirla.

¿Cuáles son las consecuencias pues de etiquetar a alguien como Vampiro emocional o como persona tóxica? De manera automática aplicaríamos las “reglas” que a lo largo de mi experiencia he aprendido a relacionar con dichos conceptos; Primero ponte a salvo: defenderme, huir, evitar el contacto, serían las primeras opciones. Algunas veces incluso la mejor opción, ¿quién sabe?… Pero; ¿qué consecuencias puede tener para mí a largo plazo el estar evitando este tipo de monstruos sobrenaturales?, ¿a cuántos ambientes, a cuantas experiencias voy a tener que renunciar, para no ser impregnado por su pestilente icor? ¿Puede ser esa consecuencia dolorosa parte del efecto de la supuesta toxicidad que le achacamos a estos sujetos?

Busca una solución: Piensa. Ya estoy en mi casa, estoy a salvo. He levantado todo tipo de barricadas, físicas y emocionales pero. ¿Cómo puedo ponerme realmente a salvo de ellos? Tendré que trazar un plan. Tendré que estar preparado para enfrentarme a ellos mañana. Pensar, darle vueltas, buscar soluciones, repasar los contactos que he tenido con “los monstruos” … Puede que sea la mejor respuesta que puedo dar para defenderme de ciertos peligros, pero; ¿Puedo encontrar un pensamiento, plan de acción o fantaseo, que me deje completamente a salvo y tranquilo para siempre? ¿Cuánto tiempo dura el confort, la calma que genera este tipo de conductas? ¿Cómo repercute esta conducta en el resto de las acciones que desarrollo a lo largo del día? ¿Estoy más concentrado en mis tareas cotidianas? ¿Le presto suficiente atención a mi familia? Pensar es una conducta que gasta energía ¿Estoy más cansado? ¿Me están robando la energía? ¿Puede ser que las conductas que utilizo para resolver el problema me están causando el desgaste que achaco a los poderes sobrenaturales de mi némesis en el trabajo?

Ya estaaaan aquiiii… Mierda, lo han conseguido. Me han contagiado su toxicidad, tengo que sacarlos de mi cabeza. ¿Qué es lo que hago para sacar un pensamiento, una idea, una imagen mental de mi cabeza?… Tercero: No pienses en ellos: Exacto cada vez que “me pillo pensando en ellos”, me enfado conmigo mismo, me siento culpable, frustrado. En última instancia puede que hasta desesperado y es que; no pensar es agotador. Además, algunas veces durante un rato, las estrategias de distracción suelen funcionar pero: ¿cómo sé que estoy teniendo éxito en mi objetivo de no pensar en los zombis tóxicos? Respuesta- pensando en si pienso en ellos… Luego a la larga. Intentando no pensar; ¿pienso más o menos?, ¿Tienen más o menos importancia en mi vida? ¿A qué me recuerdan las tareas distractoras en las que me involucro? ¿De qué otros aspectos de mi vida me apartan? ¿Mientras me distraigo, ¿Quién cuida de las cosas que me importan de verdad en mi vida?, ¿Cuánto tiempo dura la distracción? A largo plazo ¿Necesito distraerme más o más intensamente?

Si consigues sobrevivir al ataque de una de esas peligrosas criaturas, evidentemente no querrás volver a pasar por la misma experiencia, puesto que a ningún ser humano nos gustan las cosas que duelen. Así que lo mejor será: vigilar para que no vuelva a ocurrir. Para poder vigilar algo lo primero es saber dónde mirar. Así que; será muy útil extraer conclusiones y generalizarlas. Manos a la obra. Lo primero será entender qué es lo que ha ocurrido y como. Para tener en cuenta y dominar las variables que han influido y poder prevenir en un futuro. Pero; ¿Cómo me siento cuando repaso mentalmente un acontecimiento doloroso de mi vida, aunque en la actualidad me sienta a salvo? ¿Será posible que su toxicidad se traduzca en pena o tristeza en el presente?

Definitivamente La mejor defensa es un buen ataque; si en el futuro aparece cualquier persona o situación que parezca tóxica ¡ataca! Apártala de tu vida, ¡ataca rápidamente y con dureza!, a corto plazo te vas a sentir muy aliviado con la ristra de ajos sobre los hombros y clavando estacas a “todos los vampiros”. Como verás cada vez aparecen con más frecuencia y sus ataques son más poderosos y crueles. ¿Pueden estas conductas que nacen como legítima defensa estar provocando actitudes tóxicas y defensivas de los demás hacia mí? Peor aún… ¿Es posible que las cosas que hago para defenderme de los vampiros estén haciendo que los demás me etiqueten a mí mismo como tóxico y justificando sus propias conductas defensivas? Qué difícil de entender es el mundo de los monstruos sobrenaturales.

Parece ser que las acciones que la lógica dicta como defensa ante el ataque de estos seres, y las consecuencias que estas tienen para mí, puede que algunas veces formen parte del arsenal con el que estos entes dotados de poderes paranormales logran vulnerarme aunque me encuentre en la aparente seguridad de mi hogar y es posible que gran parte del poder que tienen sobre mí, lo adquieran en el proceso de enmarque con el propio adjetivo toxico y en las respuestas que yo ejecuto después.

Bibliografía

Ruiz, F. J. y Perete, L. (2015). Application of a relational frame theory account of psychological flexibility in young children. Psicothema, 27, 120-127.

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